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ESTRATEGIAS DE TRANSICIÓN PARA LA SUSTENTABILIDAD

Por Martiniano Molina

En el contexto de la pandemia del COVID-19, hemos visto con más claridad la interrelación entre la salud, la pobreza, la economía, el trabajo, el cuidado del ambiente y la revalorización de la cooperación y la solidaridad para preservar la vida humana y la del planeta. Por eso, es importante debatir y planificar las condiciones necesarias para fortalecer, estimular y crear la interrelación y cooperación social, económica y cultural, que nos permitan desarrollar una estrategia de transición hacia la sustentabilidad.

“Un programa exitoso de desarrollo sostenible requiere alianzas entre los gobiernos, el sector privado y la sociedad civil. Estas alianzas inclusivas construidas sobre principios y valores, colocan a la gente y al planeta en el centro de una discusión necesaria a nivel global, regional, nacional y local”.

Las demandas y presiones para una rápida reactivación sobre todo en el área económica tendrán dos caminos, uno basado en la recuperación pospandemia profundizando el modelo existente y sus problemas y, el otro, el que deberíamos tomar, basado en la convocatoria a una gran participación de la ciudadanía y los sectores sociales, capaz de crear las situaciones intermedias y de transición que nos permitan avanzar en los cambios que necesitamos implementar en los modelos de consumo y los sistemas productivos, el cuidado del medio ambiente y la participación ciudadana, no sólo para el cambio sustentable en nuestras ciudades, sino también en nuestra política de territorialidad y modelo de desarrollo productivo.

Necesitamos pensar estrategias que nos permitan recabar las experiencias, propuestas y acciones de los distintos sectores de la sociedad, para contribuir desde la coordinación de los esfuerzos, a impulsar acciones que garanticen el bien común, la protección del patrimonio natural y la profundización de la democracia.

Dichas estrategias, deben fundarse en un trabajo técnico y territorial que permitan la elaboración de una agenda programática nacional, sectorial y técnica, que contenga un diagnóstico de los principales desafíos que debe enfrentar el país en las áreas social, ambiental y política para implementar el desarrollo sustentable y, en función de esto, la generación de propuestas y acciones específicas para responder a esos desafíos desde el Estado y desde la sociedad civil. La tarea central como salida a esta crisis debería ser estimular un amplio debate y posibilitar un acuerdo de los distintos sectores en torno a la necesidad de crear un proyecto de país sustentable. Las estrategias para avanzar en ese sentido y sus etapas de transición, deben surgir de un esfuerzo en conjunto que integre a la política, la económica, la ciencia, la educación, el mundo intelectual y social para sistematizar y cuantificar metas y acciones concretas en sectores prioritarios como: el rol del estado, pobreza, empleo, salud y educación; biodiversidad, sector forestal, pesquero, minero, energético, agricultura, agua, desarrollo urbano y legislación en el área ambiental; derechos humanos y ambiente, democratización, descentralización, cultura originaria, mujeres y jóvenes, entre otros. El objetivo tendría que estar puesto en reorientar el proceso del desarrollo argentino bajo objetivos de sustentabilidad.

En este marco deberíamos discutir con urgencia la creación de nuevos empleos, y la implementación de políticas y proyectos, orientadas a reducir las brechas de desigualdad, con el acceso a una vivienda digna y a los servicios básicos de saneamiento, espacios públicos, salud, educación e infraestructuras digitales, bajo el concepto del derecho a la ciudad y al territorio. También se debería plantear sobre cómo será el cambio de nuestra matriz de energía y el estímulo a las energías renovables; el desarrollo de modelos urbanos de cercanía que permitan a la población resolver en la proximidad de la vida cotidiana, el desarrollo de economías locales, consumo, recreación, formación y trabajo mediante el uso de la movilidad sustentable; la construcción y la planificación urbana con criterios climáticos; el crecimiento de las actividades productivas, priorizando aquellas que reduzcan el impacto ambiental, a partir de la economía circular, la disminución de la huella de carbono y emisión de gases de efecto invernadero.

La producción de alimentos saludables y accesibles para cuidar la alimentación colectiva, debería ser otro de los ejes a considerar. Incorporar la reducción de recorridos y cadenas de intermediación (productor-consumidor), dentro de los conceptos de diversificación productiva, incrementos de la cadena de valor, soberanía alimentaria y la necesaria planificación de los usos en áreas rurales y periurbanas, como por ejemplo, el desarrollo de las huertas urbanas, la preservación de los ecosistemas y la biodiversidad que garantice la continuidad de los procesos ecológicos. Debemos diseñar políticas de desarrollo sustentable que a partir de una regionalización, favorezcan el arraigo y mayor protagonismo de las localidades de mediana escala con la necesaria participación de todos los sectores sociales, políticos y económicos. Estos temas y otros, deben ser incluidos desde una mirada integral incorporando la perspectiva de género en el rediseño de estas estrategias para una transición sustentable, potenciando un fuerte empoderamiento ciudadano, junto a un papel creciente de las organizaciones sociales en la creación, implementación y monitoreo de políticas y proyectos hacia la sustentabilidad, garantizando la apropiación ciudadana y, con ella, la libertad, la inclusión y la transparencia en sus desarrollos tanto en el sector público como en el privado.

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